Jaclin Campos
Santo Domingo
La ortodoncia no es un juego. Las consecuencias de la colocación de braces “de lujo”, una práctica en la que incurren individuos sin preparación en “consultorios” improvisados en patios y residencias, van desde daños a la dentadura hasta el contagio de enfermedades infecciosas.
Mover un diente sin tener conocimiento de ortodoncia puede producir reabsorción y pérdida de hueso.
“Tú tienes que estar muy claro de dónde vas a colocar el bracket y por qué, para que en el momento en que pongas el alambre, el diente se mueva a donde queremos”, dice la ortodoncista Dorka Jiménez.
Cuando no se toman en cuenta factores como la fuerza que se aplicará y el tipo de alambre que se empleará, puede afectarse la raíz y el nervio, y perderse el diente.
Por otro lado, el uso de instrumentos no esterilizados expone a los usuarios a hepatitis, VIH y herpes, entre otras enfermedades, advierte Jiménez.
Los instrumentos usados en odontología deben ser esterilizados primero con desinfectantes químicos bactericidas y fungicidas y luego sometidos al autocable, un aparato de cierre hermético que destruye los gérmenes mediante el vapor a presión.
La falta de orientación trae otros riesgos. Mientras que un ortodoncista da a sus pacientes instrucciones de higiene bucal y le suministra un kit con los artículos necesarios para el cepillado diario; quienes se colocan braces en la calle no reciben esa información.
“Sin aparatos hay un cúmulo inadecuado de alimentos en la boca y no se lo quitan”, comenta Jiménez, “¿qué será cuando pones bracket, alambre, goma, tubo…?”.
La necesidad de la ortodoncia
En su consulta profesional Dorka Jiménez ha visto varios pacientes que han llegado con la dentadura deformada por haberse colocado braces “de lujo” en la calle o en “consultorios” improvisados por personas sin conocimiento de ortodoncia.
“Por moda”, porque “eso atrae”, porque es “un procedimiento para ricos”, porque así “creen que tengo dinero” son algunas de las razones que los pacientes le han dado cuando la ortodoncista de OralDent Dominicana los ha cuestionado sobre las razones que los llevaron a ponerse en manos de inexpertos.
“Es un parámetro de cómo está nuestra sociedad”, argumenta Jiménez, “las personas piensan más en aparentar que en su salud”.
Admite que los braces pueden resultar inasequibles para gran parte de la población y que esto ha contribuido a que en sectores empobrecidos los vean como un símbolo de estatus.
La ortodoncia experimenta constantes avances científicos y tecnológicos y utiliza materias primas importadas; de ahí su alto costo. Sin embargo, el costo de depende del caso porque “cada boca es un mundo”. Además, existen seguros que ofrecen cobertura y el monto restante suele dividirse en un inicial y cuotas mensuales que el paciente paga cuando acude a sus citas.
La experta se pregunta cómo los desaprensivos que se dedican a colocar braces “de lujo” obtienen materiales que los depósitos dentales están supuestos a suplir sólo a los consultorios (“A menos que alguien traiga los materiales de fuera…”, reflexiona) y colocar aparatos ortodónticos por tres mil pesos o menos.
Profesionalización
“Poner un bracket no es un juego”, advierte Jiménez.
Antes de iniciar el tratamiento el paciente debe ser sometido a una evaluación clínica que abarca el análisis de la mordida y de las facciones, se le toma una radiografía panorámica de la cavidad bucal y otra lateral de cráneo, se le hace una reproducción de la dentadura en yeso y se le toma un set de fotos para ver el antes y el después.
El profesional autorizado para encabezar este proceso es un odontólogo que tras concluir sus cuatro o cinco años de estudios de grado hace una especialidad en ortodoncia, que dura de dos a tres años y medio.
Como parte de su especialización el ortodoncista adquiere conocimientos de anatomía, crecimiento y desarrollo, biomecánica, física, geometría, oclusión y metabolismo, entre otras materias. El Círculo de Ortodoncistas de la República Dominicana y la Asociación Dominicana de Ortodoncia agrupan en el país a los profesionales de esta rama.
Necesidad
Muchos ven los braces como una moda por el uso de gomitas de colores -de las cuales ya se prescinde en los nuevos braces de autoligado-, pero la ortodoncia se aplica por necesidad y no por lujo.
Esta necesidad, según Jiménez, surgió fruto de la evolución. El hombre primitivo ingería alimentos crudos y duros y por eso poseía mandíbula ancha y boca grande.
El descubrimiento del fuego y el uso de instrumentos cortantes permitió el desarrollo de la cocina y el buen comer y esto a su vez contribuyó para que el tamaño de la mandíbula disminuyera y para que el número de dientes se redujera.
Antes, en vez de tres molares, existían cuatro; el último, conocido como paramolar, desapareció y es lo mismo que se espera suceda con el tercer molar o “muela del juicio”, que ya no encuentra suficiente espacio en la boca y cuando sale viene mal posicionado y empuja al resto de la dentadura.
Apiñamientos, andanas y otras malformaciones se deben por lo general a que las personas tienen más material de diente que hueso para albergarlo. A las malformaciones dentales también contribuyen malos hábitos como chuparse el dedo.
“El paciente siempre ve la parte estética, que realmente se afecta, pero nosotros vemos la función”, expresa Jiménez.
Los dientes mal posicionados afectan la masticación, el habla y el sostenimiento de los músculos faciales. A esto se suma el hecho de que los dientes apiñados o mal posicionados son más difíciles de limpiar.
¿Qué decir de la autoestima? Algunos casos son tan graves que generan complejos en la persona y hacen que esta se cohíba incluso de sonreír.
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NEGLIGENCIA DE LOS PACIENTES
La negligencia de los pacientes puede echar por la borda un tratamiento aplicado por un profesional.
El consumo de alimentos duros que dañan los braces y el no ceñirse a las normas de higiene son malos hábitos comunes entre los pacientes.
Pero para el ortodoncista el mayor dolor de cabeza es que los pacientes no acudan a sus citas y que no usen los retenedores. “El riesgo de no acudir a las citas es que se pueden generar movimientos no deseados porque cuando tú pones una aparatología ortodóntica en la boca debe de ser vigilada”, explica Dorka Jiménez. Respecto a los retenedores, dice que, en teoría, estos deberían llevarse de por vida, pero hay pacientes que los usan muy poco o nunca.
“Los dientes tienen una memoria -comenta Jiménez-: si están ubicados en un sitio y tú los llevas a donde van y los sueltas, el diente tiende a regresar (a donde estaba)”.